Tuesday, March 06, 2007

Democracia de las encuestas

Desde antes de que Correa asuma el poder en su campaña electoral, yo siempre comentaba con las personas acerca de lo que él llamaba democracia directa o el gobierno de las encuestas. Todas las acciones que Correa tomaba en la campaña quedaban supeditadas semana a semana a lo que determinen las encuestas y tuvo un excelente resultado electoral pero al parecer continuamos en una campaña electoral ahora con la asamblea y las decisiones del presidente siguen supeditadas a la democracia de las encuestas, saltando de opinión en opinión.
Esa no es forma de gobernar, convertir los deseos de las masas en políticas de gobierno, semana a semana sus deseos cambian mientras que las políticas deberían de ser a largo plazo para buscar una estabilidad y previsibilidad.

Ahora con la nueva noticia, que es la provincialización de Santa Elena, Hernan Pérez Loose el día de hoy 6 de Marzo del 2007 en el diario El Universo, escribe un artículo llamado “Un nuevo jugador” que recoge mis inquietudes y las de muchos que no creemos en los faranduleros del poder, ni los que se arrogan la voluntad popular, ni de los que se vanaglorian de una supuesta moralidad superior mientras las prácticas siguen siendo las mismas.

A continuación les adjunto el artículo para que lo lean y lo comenten.

Marcel Gross P.


Un nuevo jugador


“No creo que las provincializaciones sean la solución…”. Esto no lo dijo algún “pelucón” guayaquileño sino el Presidente de la República. Sin embargo, procedió a firmar el proyecto de ley que provincializaría Santa Elena porque así se lo ha pedido el pueblo y eso –hacer lo que pida el pueblo– es ser demócrata. No importa estar convencido de que lo que hago sea un error, y que más bien vaya a causar un daño. Eso es secundario. Las encuestas son lo importante.¡Qué decepción! Los que sinceramente creían que finalmente se había desterrado la demagogia con el advenimiento de un gobierno de izquierda ilustrada; que no íbamos a tener las viejas prácticas politiqueras de doble discurso que tanto daño han hecho (como esto de que hago algo que sé que es un error pero lo hago porque el pueblo lo pide…); cuando muchos pensaban que se iba a gobernar no con los ojos puestos en las siguientes elecciones, como ha sido siempre, sino con la mirada en el futuro, lo sucedido en La Libertad ha revelado las dimensiones de un enorme error. Jamás pensamos escuchar de una persona que se precia de su formación intelectual y académica, decir y hacer algo semejante.Aquí está una de las razones por la que buena parte de la ciudadanía, jóvenes especialmente, se siente defraudada de la política. La imagen que se tiene de ella es de una actividad en la que, por algún designio ininteligible, sus actores hacen cosas en las que íntimamente no creen pero que terminan haciéndolas por el prurito de “agradar”, de mantenerse populares, de ver si divido el voto de tal región para ganarme el voto de la otra, o por otros motivos similares que nada tienen que ver con el bien común.Frente a semejante comportamiento, resulta casi irrelevante discutir si el proyecto de provincialización es bueno o malo. (Su propio padrino ha admitido que es un error…). Lo relevante ha sido la oportunidad que nos ha dado este hecho para descubrir el prisma por el que debemos ahora observar y comprender las acciones del Ejecutivo. Cuando el líder de un Estado dice con todo desparpajo que hace algo en lo que no cree y admite que es un error, pero que lo hace porque el “pueblo” se lo pide, y proclama que eso es ser un “demócrata”, ese Estado está sencillamente destinado a fracasar. Nunca hasta ahora (salvo en las novelas de George Orwell…) habíamos pensado que podía un político invocar a la democracia como justificación para infligirle daño a una sociedad.Por ello es que los “sepultureros de la Patria” están de pláceme. Respiran aliviados porque el que se ha subido a la tarima ha resultado ser otro de ellos. Puede que hable diferente, pero al fin y al cabo lo que ha sucedido es que simplemente ha ingresado un nuevo jugador, a la misma cancha, para jugar el mismo partido, con las mismas reglas. ¡Vaya qué destino el nuestro!

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