En psicología, el efecto Mandela,
se refiere a un evento “mal recordado” por un gran número de personas, en este
caso, la supuesta muerte durante su tiempo en prisión del líder sudafricano
Nelson Mandela, cuando en realidad, sirvió como presidente de ese país de 1994
a 1999 y murió en libertad en el año 2013.
Este efecto es producto del “efecto
de la desinformación” una aserción falsa, que repetida varias veces, reafirma
la memoria del colectivo y la convierte en una realidad alterna.
En el caso de las elecciones en
el Ecuador 2021, el debate y las propuestas de gobierno, como era de esperarse en un
mercado de ofertas populistas, no iban a convertirse en un elemento central de
persuasión del elector ecuatoriano, en cambio las noticias falsas y las
propuestas vacías como la venta de agua virtual, los mil dólares para 1 millón
de personas o traer dinero de cuentas de dinero privado desde el exterior para
uso público, ha calado en la mente de los ecuatorianos.
Por otra parte, hay una marcada
campaña en redes sociales de desinformación con anuncios repetidos en grupos de
Facebook así como en Twitter y cientos de cuentas que replican comentarios que
apoyan con fe viva, noticias que son categóricamente denunciadas como falsas o
peor aún, negar actos de corrupción que han terminado en sentencias en firme,
condenados, sujetos dentro del proceso que han pedido perdón por sus actos y
una placa con sus nombres en el Palacio de Carondelet.
Afirman que no hubo corrupción en
el Gobierno de la década pasada y que los informes de Contraloría y las
decisiones de la justicia en los cientos de casos de investigados, han sido una
mera persecución política.
En este caso, siguiendo los
conceptos del efecto Mandela, miles de personas replican esta desinformación y
la convierten en una defensa feroz que refuerzan la creencia de que su
candidato es de “manos limpias” cuando los hechos no avalan esa realidad
alterna.
Esto, me lleva cuestionar la
razón por la que los ecuatorianos estarían dispuestos a votar por “políticos
criminales”, me refiero a aquellos candidatos que tienen procesos judiciales en
su contra y a los que cuentan con sentencias en firme ratificados por la máxima
autoridad judicial.
Una muestra de esto es que casi
60 asambleístas del período actual, tienen procesos judiciales en su contra,
que muchos candidatos presidenciales tienen también varios procesos en su
contra y que uno de los candidatos más opcionados para llegar a segunda vuelta
es representante de un prófugo de la justicia.
Un estudio realizado en India,
por Milan Vaishnav, se hace la misma pregunta, ¿Porqué votamos por “políticos
criminales”? llegando a la triste conclusión de las fuentes de financiamiento
de las campañas política, que son generalmente subreportadas, beneficiando a
los candidatos que tienen nexos criminales y no votan “a pesar” de sus
crímenes, sino que votan por haber cometido esos crímenes.
Ecuador pudiera ser objeto de una
continuación de este estudio con el objeto de comprender esta problemática y
las implicaciones que esto repercute sobre la ética y transparencia
institucional para el fortalecimiento de nuestros partidos políticos y el
compromiso de la sociedad de sancionar a aquellos que alguna vez les otorgamos
el voto y lo defraudaron.